Anna Fifield y Matthew Garrahan
A medida que los estados imponen medidas para contrarrestar la inmigración ilegal, los políticos a nivel nacional están combatiendo tanto los fracasos en el sistema como el aumento del voto hispano.
Brandon Hernández es un típico adolescente americano. Vestido con tenis y una sudadera holgada, el estudiante de noveno grado (1ro. de bachillerato) se para afuera de la escuela secundaria Central en Phoenix con un amigo, cortejando en vano los grupos de chicas que pasan.
La escuela, habiendo terminado por el día, y Brandon, que nació en Arizona de padres hispanos, debería estar deseando que llegue el fin de semana. Pero el muchacho de catorce años está preocupado: él dice que la nueva ley de inmigración del estado puede convertirlo en un objetivo de la policía en su búsqueda de inmigrantes ilegales.
“Ellos no quieren latinos aquí”, él opina en relación a los republicanos en la legislación estatal que votaron por las medidas, los cuales permitirán que la policía detenga las personas en caso de que estén en “sospecha razonable” de que estén ilegalmente residiendo en los Estados Unidos. “Nosotros somos americanos y este país fue construido por encima de la inmigración, pero de ahora en adelante yo voy a tener que estar en alerta todo el tiempo”.
La ley de Arizona, que entró en vigor el mes pasado, está dirigida a frenar la inmigración ilegal en el estado. Todavía ésta atrae gran crítica a lo largo de E.U. debido a las preocupaciones de que esto puede conducir a un perfil racial, etiquetando a la gente simplemente por cómo lucen.
Arizona no está sola. Aunque su ley es la más fuerte, las legislaciones del estado a través de E.U. han activado miles de leyes relacionadas a la inmigración durante la década pasada.
La inmigración es un problema que afecta casi todos los aspectos de la sociedad americana relativos a la seguridad nacional y la fiscalización para la asistencia de salud y la educación. Casi nadie está feliz con el status quo, desde los agricultores que desean trabajar hasta los desempleados que compiten por un empleo. Pero también este es uno de los asuntos más emocionales y divisivos del país, y que la exhaustiva reforma de igual manera ha sido eludida por décadas por los presidentes, tanto republicanos como demócratas.
A pesar de ser tan centralizada como es, ningún partido político puede permitirse ignorar el asunto. Como por ejemplo la que es ahora la minoría étnica más grande del país, la población hispana, que está convirtiendo en una fuerza electoral cada vez más poderosa.
Barack Obama, cuando estuvo haciendo campaña para la presidencia hace dos años atrás, prometió crear una vía por la cual los inmigrantes ilegales pudieran adquirir la ciudadanía, al mismo tiempo de tomar medidas drásticas sobre los empleadores que contrataban trabajadores indocumentados. Pero, para la furia de muchos millones de hispanos que votaron por Obama, sus primeros 15 meses en el poder no han aportado casi ninguna atención a la reforma de inmigración.
Hasta ahora, el furor sobre la rigurosa ley de Arizona ha puesto como prioridad la revisión de la inmigración, inyectando nueva velocidad en el esfuerzo de su reforma. Ese ímpetu cobró velocidad durante el pasado fin de semana en grandes mítines sostenidos en 70 ciudades de todo el país, desde Phoenix hasta San Francisco, y hasta en New York. Alrededor de 60,000 protestantes acudieron solamente en Los Ángeles, incrementados por los ciudadanos agraviados por la ley de Arizona, las multitudes observadas el día del trabajo fueron las mayores desde el 2006, cuando cientos de miles de manifestantes presionaron al Presidente George W. Bush para reformar la inmigración, pero sus esfuerzos fracasaron en el Congreso.
A lo largo del país, los manifestantes portaban letreros con lemas tales como “¿Mi cara parece ilegal? y “No maten el sueño americano”. En Washington, Luis Gutiérrez, un miembro demócrata de la Cámara de Representantes de Illinois, estuvo entre las 35 personas arrestadas en la parte frontal de la Casa Blanca luego de rehusarse a moverse.
Obama, quien denomina la ley de Arizona como “pobremente concebida”, reconoce que los americanos están frustrados a causa de una frontera tan penetrable y que el gobierno federal haya estado “abdicando sus responsabilidades” por largo tiempo. Pero él no figura sus oportunidades de pasar un exhaustivo paquete de reforma, justo cuando los líderes demócratas del Senado están circulando otra propuesta.
“Es cuestión de voluntad política”, dijo el presidente a los reporteros la semana pasada. “Nosotros hemos pasado un año muy duro y hemos estado trabajando muy fuertemente en el Congreso. Así que, yo sé que no puede haber un interés inmediato en participar en otro asunto tan controversial”.
Verdaderamente, el problema apenas podría tener algún avance en el peor momento para los políticos en Washington. El Capitolio todavía está estropeado desde el tremendo debate sobre la reforma de asistencia de salud, el cual dramáticamente empeoró las divisiones partidistas y continúa pronosticando una sombra sobre los asuntos de presión como la reforma regulativa financiera. MAS
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